FAMILIAS RECONSTITUIDAS:

FAMILIAS RECONSTITUIDAS:

Definición y retos.

La familia reconstituida es una de las nuevas modalidades familiares con las que actualmente convivimos. Para los más jóvenes quizás no sorprenda la “variedad”  o “novedad” tipológica de modelos familiares, pero desde luego para los más mayores – aquellos que crecieron en casas dónde tíos y abuelos compartían techo con padres y hermanos o dónde el divorcio nunca fue una opción- lo es, y mucho. 

Durante largos años solo se consideró una única familia tipo: la formada por un padre, una madre y los hijos propios. ¿Existían otros modelos? ¡Por supuesto! pero ni estaban validados por la sociedad,  ni eran aceptados  por las propias familias de origen y en muchas, demasiadas ocasiones,  ni siquiera eran eran públicos – es decir, que se mantenían en secreto-.

Y entonces, ¿qué ha pasado? Pues que la aparición y la normalización del divorcio junto con los cambios sociales (lentos pero presentes) en materias de igualdad, orientación y diversidad sexual así cómo  los métodos y alternativas de reproducción asistida han conseguido que poco a poco la familia nuclear tipo que todos conocíamos se haya ido diversificando. Otras nuevas modalidades familiares son la familia homoparental (parejas del mismo sexo con hijos) o las monoparentales (un solo progenitor con hijos), siendo esta última la más conocida y aceptada en la actualidad. 

¿Y cómo definimos a las familias reconstituidas? Pues cómo aquellas familias en las que uno o ambos miembros de la actual pareja tiene uno o varios hijos de uniones anteriores. A modo de ejemplo, los tres casos siguientes lo son: 

A. Nueva pareja, uno de ellos proviene de un divorcio y tiene una hija. 

B. Nueva pareja, ambos separados y con hijos previos.

C. Un/a viudo/a con hijos se vuelve a emparejar. 

Si bien es cierto que  la última era la más común y aceptada antiguamente, en la actualidad ocurre que A y B le han ganado el terreno, siendo la opción B la de mayor complejidad. Además cada una de estas nuevas uniones (tipo A, B o C)  es única y particular  y los profesionales que acompañan y trabajan con las familias deben acercarse a ellas para entender su singularidad.

Además, las familias reconstituidas tienen unas características muy diferenciadas de las familias convencionales y una marcada complejidad estructural y relacional que hace que no puedan ni deban ser  evaluadas y/o entendidas como las demás. Para poder conocer esa disimilitud, veamos en que se diferencian: 

  1. Las obligaciones parentales no corresponden en exclusiva a la pareja y son compartidas con un/a cónyuge previo/a. Si entre dos ya es difícil , validamos  la dificultad añadida de gestionar las funciones parentales entre tres o cuatro adultos a la vez.
  2. Tienen una estructura más compleja y por ello un mayor nivel de estrés que las familias convencionales.  
  3. En ocasiones -muchas- la relación conyugal previa no es buena y se añade dificultad al proceso. Ej. un/a ex  que no acepta el divorcio o la nueva pareja y se entromete a través de la manipulación y extorsión de los hijos. 
  4. Los roles suelen ser muy ambiguos. Ej. al padrastro le cuesta saber si puede poner normas a los hijastros y la madre no sabe si debe “permitirlo”. Además el rol del padrastro o madrastra ha sido tan aclamado y utilizado por el cine y la literatura que cuesta verlo como algo positivo.
  5. La gente piensa que una satisfactoria integración familiar en una familia reconstituida es rápido, por aquello de que  “el roce hace el cariño” pero la realidad es que la integración satisfactoria cuesta un mínimo de dos años y un máximo de siete. 
  6. La adolescencia, que es una etapa difícil para toda persona y familia, lo es aún más en estas familias, sobretodo en todo lo relativo a la disciplina. 
  7. Aquellas en las que ambos adultos tienen hijos que provienen de matrimonios previos tienen mayor complejidad estructural y relacional y son las que presentan mayor probabilidad de divorcio. 
  8. Los vínculos legales son asimétricos (la ley no considera igual el hijo que el hijastro) lo que puede dar problemas relacionales importantes  así cómo de herencias y sucesiones. 
  9. Los hermanastros no comparten lazos legales.
  10. La cohesión familiar -entendida como el vínculo emocional que los miembros de la familia tienen entre sí – puede ser menor en estas familias. 
  11. La disfunción familiar en estas familias no significa necesariamente una mala relación conyugal. Sin embargo, es casi imprescindible una buena relación conyugal para que la reconstrucción familiar finalice adecuadamente.

Todas estas diferencias son necesarias para entender los retos a los que hacen frente.  Sin embargo, cómo ya se ha dicho, cada familia reconstituida es única y por ello existe una gran diversidad en sus patrones relacionales y en las dificultades que afrontan.

De entre todas las dificultades, debemos tener presente que comparten un factor vital común:  todas provienen de una pérdida y ha debido transitar y afrontar un duelo.  Ese duelo puede ser de muy diversa índole:

  • la pérdida de una persona , cómo el viudo/a y sus hijos
  • una pérdida material como la venta y traslado de la casa
  • el duelo por la separación o divorcio de los cónyuges

Los profesionales debemos identificar aquellos duelos no resueltos -sean de la naturaleza que sean- que puedan estar dificultando  la integración de la nueva familia. Tener la posibilidad -padres e hijos- de empezar un nuevo proyecto familiar tras la pérdida es una oportunidad maravillosa para todos, ya que como seres humanos necesitamos de vínculos, comunidad y pertenencia.

Sin embargo al juntar dos familias estamos juntando dos sistemas que se han hecho y que funcionan con sus propias normas, maneras, reglas, costumbres, rituales, roles, etc. En el camino de negociar para la nueva familia que partes de cada sistema de origen se mantiene, es muy común que aparezcan las disputas, el conflicto y las diferencias entre los miembros.  A veces ocurre que faltan recursos y habilidades para afrontar dichos conflictos, lo que genera un  malestar significativo en la familia o en alguno de sus miembros en particular. Otras veces el malestar será expresado a través de un comportamiento extraño o inapropiado como rabietas, conductas desafiantes o rebelión.

Tanto la Terapia Familiar Sistémica como la Mediación Familiar son excelentes vías para resolver dichos conflictos. Además de su probada eficacia, también nos permiten obtener  herramientas útiles para solventar situaciones y desaveniencias futuras.


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