Parentalidad
Ser padre/madre hoy en día es una tarea muy compleja. La sociedad en la que vivimos es hedonista, orientada al corto plazo; en muchas familias ambos progenitores trabajan y eso hace que los hijos pasen más tiempo con los abuelos o en guarderías/colegios. Cada vez hay más separaciones, divorcios, monoparentalidad o familias reconstituidas. Las jornadas laborales son largas, el estrés y la carga de trabajo no permiten un ambiente relajado en casa y hay infinidad de situaciones que pueden dificultar las relaciones paterno-filiales. A ello se suma que hay más consciencia sobre la crianza y que cada vez hay más conocimiento sobre la importancia de educar y criar más allá de las necesidades básicas.
Al hablar de parentalidad nos referimos a aquello que engloba los diferentes aspectos de la crianza de los hijos. La parentalidad positiva es aquella cuyo objetivo fundamental es el interés superior del niño y su desarrollo pleno, a través de los límites, el respeto y de la colaboración, sin recurrir a métodos punitivos —castigos— ni violencia.
El mundo cambia, evoluciona y así lo hacen sus prácticas y conocimiento. Por ejemplo, hoy en día sería impensable que un maestro pudiera ejercer la violencia sobre el alumno, mientras que no muchos años atrás —30 o 40 años— esto ocurría con total normalidad; no solo no sorprendía, sino que se justificaba y se entendía como necesario para “instaurar” la disciplina y el respeto del niño al adulto. Entonces, si en las aulas se ha dado tal cambio, ¿debería extrañarnos que empiece a darse en los hogares? Y es que no, la parentalidad positiva no es una moda, sino una manera de hacer consciente y el resultado de ver las consecuencias de los métodos educativos empleados hasta ahora.
Para mí, que trabajo con familias, descubrir la parentalidad positiva ha sido muy importante. Siempre pensé que debía haber una manera de prevenir el dolor, las dificultades relacionales, tanta carencia afectiva y tanta repetición de patrones disfuncionales en los adultos. La experiencia me dice que muchas veces estos patrones están relacionados con el niño interior herido que todo adulto lleva dentro. Mi necesidad de encontrar algo a nivel más preventivo coincidió en un momento en que la disciplina positiva había llegado a España y se empezaban a formar educadores. La formación, eminentemente experiencial, fue muy enriquecedora y constituyó un antes y un después en el trabajo con las familias.
Cada vez se reconoce más la importancia del contexto familiar en la educación, el desarrollo y salud integral de las personas. Los principios de la parentalidad positiva están contrastados y basados en la evidencia científica y hasta los gobiernos y ayuntamientos lanzan políticas y programas orientados al desarrollo de las competencias parentales. ¿Por qué las instituciones invierten en algo que hasta hace unos años no era más que asunto de la propia familia? ¡Simple! Es más rentable invertir en políticas preventivas que en intervenciones en los diferentes sistemas de salud, educativos o judiciales.
Si queremos trabajar con familias debemos entender este nuevo conocimiento y esta nueva manera de hacer. Profesionalmente no trabajo directamente con niños, pero trabajo las situaciones que requieren un acompañamiento de los menores a través de los padres. Nunca me ha gustado problematizar a los niños, y con mi formación sistémica sé que cambiando un elemento del sistema cambia todo el sistema, así que solo trabajo con adultos. En realidad, no debe ser tan descabellado, pues fijémonos que en los talleres, conferencias o consultas de parentalidad y disciplina positiva que existen: todo está diseñado para los padres. No hay ningún niño que participe activamente de ellos, ¿verdad?
Otro punto que considero importante en el abordaje de la parentalidad es que me gusta diferenciar dos momentos en la parentalidad o crianza, y en base a esta diferencia ofrezco un tipo de acompañamiento u otro.
Embarazo, infertilidad y nueva parentalidad: Va desde que la pareja —aún de dos— esta intentando concebir o hay embarazo, hasta los primeros meses/año en que el hijo/a ha llegado a sus vidas. En cualquiera de estos tres momentos hay un componente de cambio de ciclo vital y de rol que puede traer consigo dificultades, miedos o malestar significativo, pese a ser un momento que está “socialmente anunciado” como feliz y positivo.
Adquisición de habilidades parentales – Disciplina Positiva: Momento en que los padres que llevan un tiempo transitando su nuevo rol empiezan a darse cuanta de que sus hijos tienen necesidades no solo fisiológicas, nutritivas o de afecto, sino también de de estimulación, socialización, protección y resiliencia para las cuales necesitan adquirir ciertas competencias, y buscan la ayuda profesional para conseguirlo. Esto engloba los talleres, conferencias o consultas de disciplina positiva.